


¡Cuánto tiene un bailarín para aprender de un músico! Bailar con Analía Sirio y los Errantes Bohemios en el bar Bataclana fue como ser un integrante más de la orquesta. Porque ¿qué hacía Analía sino ejecutar una danza hermosa cuando se entregaba a la canción con esos gestos desgarrados del cuerpo? Y lo mismo Andrés Magula con su violín, mecido en la cadencia de su propio esqueleto que le danzaba. Así lo hacía también Mariano Heller en su guitarra, su partitura, y sus arreglos. De hecho, todos los habitantes del bar parecían bailar: las mozas, los admiradores de Analía, la programadora de los shows, los comensales. Y nosotros, Santi y Debi, eramos los duendes. Una tarea que nos asignó Analía, que en realidad era un pajarito que se tragó una lira. Y anduvimos por ahí haciendo travesuras con todo el placer del mundo.